Publicado por adminibias en noviembre 2, 2021  |Comments 0 comentarios

Tras entregar la semana pasada los premios a los microrrelatos, esta semana los subimos al blog. ¿Qué os parecen?

El detective Yeison

Un día el detective Yeison oyó un rumor de que en la granja que hay a las afueras del pueblo asesinaban a la gente. Y automáticamente cogió su coche y se fue a buscar pistas de los desaparecidos, pero lo que encontró no fue otra cosa que mucha sangre.

De ahí a un rato encontró a una persona con un coche entre los árboles, le disparó con su pistola y le pinchó una rueda. Él dijo:

-No llegará muy lejos…

A continuación, vio a una señora y le preguntó:

-¿Qué hace usted en una granja tan apartada del pueblo?

Y ella le dijo:

-No, es que tengo muchos animales y estoy dando un paseo.

Él le preguntó que por qué estaba desapareciendo gente; ella dijo que no sabía nada de eso. El detective le enseñó la cámara frigorífica cuando, de repente, el granjero lo anestesió con una jeringa por detrás y él se quedó tirado en el suelo. De ahí a un rato se despertó donde los otros cuerpos y estaba un poco mareado. En el suelo había un hierro grande y uno pequeño; cogió el grande para hacer palanca y poder escapar por la rejilla de ventilación. Ellos sabían que iba a intentar salir por allí y le habían puesto pegamento para impedir que huyese, pero cogió el hierro pequeño, que le sirvió para salir de la cámara y logró ir al pueblo a pedir ayuda a la comisaría.

Los policías iban con chalecos antibalas y ametralladoras. El detective les mandó la dirección, pero los policías se perdían todo el rato, por lo que decidió ir a buscarlos e indicarles el camino yendo él delante de ellos.

Cuando llegó a la granja, resultó que los ancianos eran chicos con máscaras que se asustaron muchísimo.

Adrián Fernández Fernández (5º Primaria)

El castillo espeluznante

En una ciudad muy pequeña vivía el joven Jorge, de diez años. Era un chico amable, generoso, con el pelo rubio; no tenía la piel ni muy morena ni muy clara. Jorge vivía en una casa justamente al lado del viejo castillo. Él tenía muchas ganas de visitarlo por dentro con sus amigos Nacho, que era un niño bajo, un poco regordete, con gafas, y Lorena, alta, con el pelo rubio y hermana de Nacho.

Idearon un plan para entrar por el conducto de ventilación. Era muy estrecho, pero consiguieron entrar en el castillo. Estaban los tres alucinando. Visitaron todo el castillo, pero cuando llegaron a la última sala, escucharon un ruido. Miraron otras y no vieron nada. De pronto se apagaron las luces; estaban muertos de miedo. Se metieron en el conducto de ventilación y chocaron con un niño.

Todos se asustaron, pero cuando el niño les pidió perdón, se tranquilizaron. El niño se llamaba Marcos y Lorena le preguntó si quería ir con ellos a visitar el castillo. Marcos accedió. Todos se lo pasaron genial hasta que llegaron al último piso. En el piso de arriba Marcos y Nacho desaparecieron y no los encontraron. Pensaron que se habían ido a casa. De pronto se escuchó un ruido muy grande; venía del piso de abajo. Ahí estaba Nacho, con la piel muy pálida. Cuando hablaron con él, no respondía. Detrás de él estaba Marcos y, de pronto, salió un humo negro de él. Los chicos empezaron a correr, pero no volvieron a ver más a los niños. Cuando fueron a buscarlos, solo encontraron sus huesos. A cada uno le faltaba una parte: la cabeza y el fémur.

El día siguiente el castillo desaparecía.  

Enol González Pérez (6º PRIMARIA)

La mirada

Un día, un niño hizo un disfraz para Halloween. Cuando fue al cole con el disfraz, le dijeron: «Ese traje no da nada de miedo», y el niño dijo con una voz terrorífica: «Ojos que no saben mirar, ojos que no pueden ver».

Pelayo Fernández Álvarez (1º ESO)

«Cross siempre fue un perro cariñoso y entrañable». Esa fue la primera frase que le dije a la policía después de que asesinara a mis padres.

Sergio Martínez Fernández (3º ESO)

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