Publicado por connioibias en marzo 26, 2011 | 0 comentarios
Nuestra compañera Aida nos manda esta preciosa reflexión surgida de las jornadas “Una mirada a africa” y también queremos compartir con vosotros el corto que vieron el alumnado de infantil y primaria el jueves pasado.
¿Quién es mi compañero de pupitre?
Amal, Yousef, Houssain y Salah son niños que comparten su vida con nosotros durante siete horas al día, cinco días a la semana. Viven en nuestro país y hablan nuestro idioma. Seguramente tienen nuestras mismas inquietudes y gustos. Sin embargo, para encontrar sus raíces tendríamos que recorrer unos mil kilómetros hacia el sur de la península y cruzar por último el estrecho de Gibraltar.
Ellos vienen de un lugar donde los colores, olores y sabores son muy diferentes a los nuestros; unas tierras con costumbres que nos resultan también lejanas: ¿Alguna vez nos hemos parado a preguntarles cómo es su país? ¿A qué suena su idioma? ¿Por qué han venido? ¿Qué es lo que añoran de su tierra?
Por un par de días hemos pretendido dejar atrás las generalizaciones (que hacen mucho daño) y darles un poco de protagonismo para que puedan tomar la palabra y compartir con nosotros su cultura. Todo ello gracias a la presencia de sus familias, que nos han sabido endulzar generosamente y a la colaboración desinteresada de Zaira Hamadi, que con su paciencia y amabilidad nos ha traído en la maleta esa hospitalidad que caracteriza a los magrebíes.
“Quiero más té”, decía con determinación el pequeño Juan Carlos dentro de la jaima… El té ya se había acabado, apenas cuatro velas permanecían encendidas y una gran avalancha de niñas y niños tatuadísimos y con algunas monedas del taller de danza del vientre tintineando en sus bolsillos (que lo sé yo), se apelotonaban en la jaima, devorando con ansia los últimos pastelillos tunecinos.
A pesar de la confusión que reina todavía en muchas cabezas (Sáhara=Senegal=Egipto, etc.), quedémonos con todas las sensaciones recolectadas en estos días dedicados a África y que de esta rápida radiografía salgamos con un “bienvenidos” sincero en los labios y con más preguntas que hacer a nuestros vecinos.